Contenidos de historia de España de 2º de bachillerato. Concretamente historia contemporánea de los siglos XIX y XX. Se inicia con la crisis del antiguo régimen y la guerra de la independencia y finaliza con la transición democrática y los gobiernos de la democracia. Para ponerse en contacto conmigo el correo electrónico es galohs@gmail.com

jueves, 29 de enero de 2009

TEMA 4:LA RESTAURACION

El sistema canovista. La Constitución de 1876 y el turno de partidos. La oposición al sistema. Regionalismo y nacionalismo.

El sistema canovista. La Constitución de 1876 y el turno de partidos
El sistema político de la Restauración está absolutamente ligado a la figura de Antonio Cánovas del Castillo. Antiguo ministro de la Unión Liberal, su pensamiento político fue reaccionario y antidemocrático, siempre fue contrario al sufragio universal. Sin embargo, fue un político pragmático y realista que buscó el consenso entre las fuerzas liberales en las que se cimentó el régimen de la Restauración. Tras ser el artícife de la vuelta al trono de los Borbones y configurarse como la gran figura política del nuevo régimen, fue asesinado en 1897 por el anarquista Angiolillo.
Cánovas era partidario de mantener a los Borbones y el viejo sistema liberal antidemocrático basado en el sufragio censitario. Defendía la idea moderada de la soberanía compartida de Rey y Cortes, en un punto intermedio entre el Antiguo Régimen y monarquía democrática de 1869.
Sin embargo, era consciente de que era necesario renovar el agotado programa de los moderados. Estas eran las novedades que propuso:
Alfonso XII debía reemplazar a la impopular Isabel II. Cánovas consiguió que la reina renunciara a sus derechos al trono en 1870.
Había que terminar con las continuas intervenciones del Ejército, fuente continua de inestabilidad política.
Había que crear un sistema bipartidista basado en dos partidos burgueses que pacíficamente se fueran turnando en el poder. Estos dos partidos serían el que él creo, el Partido Conservador, que debía sustituir al agotado partido Moderado, y el Partido Liberal, dirigido por el antiguo progresista Práxedes Mateo Sagasta, que sería el heredero de los ideales de 1869 adaptados a los límites del sistema canovista.

La Constitución de 1876
El régimen de la Restauración se dotó de una nueva constitución que, en lo fundamental, es heredera de la moderada de 1845. Se reunieron unas Cortes constituyentes con mayoría canovista. En ellas se debatió y aprobó un anteproyecto redactado por Alonso Martínez, aunque su verdadero inspirador fue el propio Canovas del Castillo.
Principales rasgos de la Constitución:
Soberanía compartida Cortes con el Rey. Lo que significaba la negación de la idea de soberanía nacional.

Cortes Bicamerales:
Congreso elegido
Senado en el que se representan las clases poderosas del país:
senadores “de derecho propio”: Grandes de España y jerarquías eclesiásticas y militares
senadores “vitalicios”, nombrados por el rey
senadores elegidos por sufragio censitario de los mayores contribuyentes.
Fortalecimiento del poder de la Corona que se constituyó como eje del Estado:
Poder ejecutivo: designación de los ministros y mando directo del ejército
Poder legislativo compartido con las Cortes:
Derecho de veto absoluto sobre las leyes aprobadas por las Cortes
Poder de convocar, suspender o disolver las Cortes
Reconocimiento teórico de derechos y libertades, que en la práctica fueron limitados o aplazados durante los gobiernos de Cánovas.
No se especifica el tipo de sufragio para elegir el Congreso. Posteriormente, bajo el gobierno del Partido Conservador de Canovas se aprobó la Ley Electoral de 1878 que establecía el voto censitario, limitado a los mayores contribuyentes.
Recorte de la libertad religiosa. Religión católica es declarada religión oficial del Estado.

El Reinado de Alfonso XII (1875-1885): el turno de partidos.
Cánovas diseñó un sistema basado en el turno pacífico de dos partidos en el poder. El Partido Conservador, dirigido por el propio Canovas del Castillo y heredero del moderantismo, y Partido Liberal, liderado por Sagasta, al que se unirán progresistas y demócratas del Sexenio. Sagasta a menudo hablaba como un progresista radical, pero actuaba de una manera moderada y pragmática.
El sistema de turno tuvo la gran virtud de garantizar la alternancia pacífica en el poder, poniendo fin durante un largo periodo al intervencionismo militar y a los pronunciamientos. Sin embargo, el turno fue un puro artificio político, destinado a mantener apartados del poder a las fuerzas que quedaban fuera del estrecho sistema diseñado por Cánovas: las fuerzas de izquierda, el movimiento obrero, los regionalismos y nacionalismos.
El turno en el poder no era la expresión de la voluntad de los electores, sino que los dirigentes de los partidos lo acordaban y pactaban previamente. Una vez acordada la alternancia, y el consiguiente disfrute del presupuesto, se producía el siguiente mecanismo:
El Rey nombraba un nuevo Jefe de Gobierno y le otorga el decreto de disolución de Cortes
El nuevo gobierno convocaba unas elecciones completamente adulteradas, “fabricaba” los resultados mediante el “encasillado”, la asignación previa de escaños en los que se dejaba un número suficiente a la oposición.
Este sistema de adulteración electoral no fue único de la España de la época, el “transformismo” en Italia y el “rotativismo” en Portugal fueron sistemas similares

El caciquismo
El fraude electoral generalizado que caracterizó el sistema del turno tiene lugar en el contexto de un país agrario y atrasado. La clave de la adulteración electoral estaba en los “caciques”, que eran los encargados de llevar a la práctica los resultados electorales acordados por las elites de los partidos.
Los caciques eran personajes ricos e influyentes en la España rural (terratenientes, prestamistas, notarios, comerciantes...), quienes siguiendo las instrucciones del Gobernador Civil de cada provincia, amañaban las elecciones. Los gobernadores habían sido a su vez informados por el ministro de Gobernación de los resultados que "debían" de salir en sus provincias, siguiendo el "encasillado" acordado por las elites políticas.
Los métodos desplegados por los caciques durante los elecciones fueron muy variados: violencia y amenazas; cambio de votos por favores (rebajas de impuestos, sorteo de quintos, saldo de préstamos, agilizar expedientes que se eternizaban en las oficinas estatales...); o simplemente trampas en las elecciones, el conocido popularmente como el “pucherazo”.
La prematura muerte de Alfonso XII en 1885 abrió el período de la Regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902) hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII. Tras la muerte del rey, Cánovas y Sagasta reafirmaron en el denominado Pacto del Pardo (1885) el funcionamiento del sistema de turno.
En el denominado "gobierno largo" de Sagasta (1885-1890) se aprobaron diversas medidas de reforma política:
1887 Libertades de cátedra, asociación y prensa, suprimiendo la censura
1890 Sufragio universal masculino
Sin embargo, el sistema de turno siguió basándose en la adulteración sistemática de las elecciones, aunque el sufragio universal permitió que los republicanos obtuvieran un puñado de diputados en las ciudades, donde no funcionaba el caciquismo.



La oposición al sistema
Varios grupos políticos, sociales e ideológicos se opusieron con escaso éxito hasta 1923 al régimen de la Restauración:
Los carlistas. Fuerza cada vez más residual que, finalmente, había decidido renunciar a las armas. Con fuerza en el País Vasco y Navarra, nunca consiguieron más del 3% en las elecciones en que se presentaron.
Los partidos republicanos. Con su base social en las clases medias urbanas, estos grupos defendieron la democratización del régimen y diversas reformas sociales. Estuvieron bastante desorganizados, destacando los republicanos moderados de Melquiades Álvarez y el Partido Radical Republicano, fundado en 1908 por Alejandro Lerroux, un político populista y demagogo que en sus primeros años en la carrera política destacó por su anticlericalismo.
El movimiento obrero: anarquistas y socialistas. Tras el nacimiento de la sección española de la AIT durante el sexenio gracias a la labor del anarquista Fanelli y el marxista Lafargue, tras el golpe de Pavía en 1874 los "internacionalistas", el movimiento obrero, fue reprimido. Al igual que en toda Europa, la ruptura entre Marx y Bakunin en el Congreso de La Haya en 1872 propició la escisión de las fuerzas obreras:
Anarquistas: grupo mayoritario en España. Tras la ley de Asociaciones de 1881, aprobada por el gobierno liberal de Sagasta, se lanzaron a una intensa actividad organizativa y de luchas sociales. En 1881 nació la Federacion de Trabajadores de la Región Española. En la que destacó Anselmo Lorenzo, uno de los principales líderes de los inicios del movimiento anarquista. A partir de 1901 diversos grupos se organizaron en torno a la publicación “Solidaridad Obrera”. Finalmente en el Congreso en Barcelona (1910), nació la Confederación Nacional del Trabajo, la CNT, el mayor sindicato español con gran fuerza entre los obreros agrícolas andaluces y los obreros industriales catalanes. Los anarquistas defendieron una ideología colectivista, libertaria, apolítica, anticlerical y revolucionaria.
Socialistas: minoritarios en nuestro país. Todavía de forma clandestina, en 1879 nació en Madrid el Partido Socialista Obrero España, PSOE, con Pablo Iglesias como principal figura. En 1888, el PSOE celebró su primer congreso y se fundó la Unión General de Trabajadores, la UGT, sindicato socialista. Opuestos a los anarquistas, los socialistas mantuvieron una ideología colectivista, anticlerical y antiburguesa, pero más moderada que la de la otra gran corriente del movimiento obrero español. Partidarios de la lucha política, Pablo Iglesias fue elegido diputado en 1910.
La oposición intelectual. Pensadores, profesores universitarios, novelistas contrarios a un sistema que impedía la modernización del país y la aproximación a la Europa avanzada.
El regionalismo y nacionalismo en Cataluña y el País Vasco.

Regionalismo y nacionalismo.
A fines del siglo XIX, nacen en Cataluña y el País Vasco movimientos que cuestionan la existencia de una única nación española en España. El punto de partida de los argumentos nacionalistas consiste en afirmar que Cataluña y el País Vasco son naciones y que, por consecuencia, tienen derecho al autogobierno. Esta afirmación la basan en la existencia de unas realidades diferenciales: lengua, derechos históricos (fueros), cultura y costumbres propias. Estos movimientos tendrán planteamientos más o menos radicales: desde el autonomismo al independentismo o separatismo.
El nacionalismo catalán
Cataluña y los demás reinos de la Corona de Aragón habían perdido sus leyes y fueros particulares con los Decretos de Nueva Planta, tras la guerra de Sucesión.
Durante el siglo XIX, el siglo del nacionalismo en toda Europa, el sentimiento nacionalista se reavivó entre una burguesía que estaba protagonizando la revolución industrial. El regionalismo y el nacionalismo catalán se fue construyendo en varias etapas:
En la década de 1830, en pleno período romántico, se inicia la Renaixença, movimiento intelectual, literario y apolítico, basado en la recuperación de la lengua catalana.
En 1882, Valentí Almirall creó el Centre Catalá, organización política que reivindicaba la autonomía y denuncia el caciquismo de la España de la Restauración.
Enric Prat de la Riba fundó la Unió Catalanista (1891) de ideología conservadora y católica. Al año siguiente, esta organización aprueba las denominadas Bases de Manresa, programa en el que se reclama el autogobierno y una división de competencias entre el estado español y la autonomía catalana. Fuertemente nacionalista, la Unió Catalanista no tuvo planteamientos separatistas.
En 1901 nace la Lliga Regionalista con Francesc Cambó con principal dirigente y Prat de la Riba como ideólogo. Es un partido conservador, católico y burgués con dos objetivos principales:
Autonomía política para Cataluña dentro de España. La Lliga nace alejada de cualquier independentismo. Cambó llegó a participar en el gobierno de Madrid, pese a no conseguir ninguna reforma ante el cerrado centralismo de los gobiernos de la Restauración.
Defensa de los intereses económicos de los industriales catalanes. Defensa de una política comercial proteccionista.
El nacionalismo catalán se extendió esencialmente entre la burguesía y el campesinado. Mientras tanto, la clase obrera abrazó mayoritariamente el anarquismo.
El nacionalismo vasco
A lo largo del siglo XIX, las sucesivas Guerras Carlistas no supusieron sino derrotas para el Pueblo Vasco, tras las cuales se fueron eliminando paulatinamente los Fueros, en un complicado proceso que, iniciado por la Ley de 25 de octubre de 1839 de Reforma de los Fueros Vascos, culminó con la Ley de 21 de julio de 1876, que supuso la definitiva liquidación del ordenamiento foral.
A lo largo del siglo XIX, las sucesivas Guerras Carlistas no supusieron sino derrotas para el Pueblo Vasco, tras las cuales se fueron eliminando paulatinamente los Fueros, en un complicado proceso que, iniciado por la Ley de 25 de octubre de 1839 de Reforma de los Fueros Vascos, culminó con la Ley de 21 de julio de 1876, que supuso la definitiva liquidación del ordenamiento foral.
A lo largo del siglo XIX, las sucesivas Guerras Carlistas no supusieron sino derrotas para el Pueblo Vasco, tras las cuales se fueron eliminando paulatinamente los Fueros, en un complicado proceso que, iniciado por la Ley de 25 de octubre de 1839 de Reforma de los Fueros Vascos, culminó con la Ley de 21 de julio de 1876, que supuso la definitiva liquidación del ordenamiento foral.
La defensa de los fueros vascos quedó ligada a la causa carlista durante el siglo XIX. Las sucesivas derrotas de los absolutistas llevaron a la abolición de los fueros en 1876. La burguesía vizcaína, enriquecida por la naciente revolución industrial, fue el terreno social en el que nació el nacionalismo vasco.
El Partido Nacionalista Vasco, PNV, (Euzko Alderdi Jeltzalea, EAJ) fue fundado por Sabino Arana Goiri en 1895. Este hombre, nacido en el seno de una familia carlista y ultracatólica, formuló los fundamentos ideológicos del nacionalismo vasco:
Independencia de Euskadi y creación de un estado vasco independiente en el que se incluirían siete territorios, cuatro españoles (Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, Navarra) y tres franceses (Lapurdi, Benafarroa y Zuberoa)
Radicalismo antiespañol
Exaltación de la etnia vasca y búsqueda del mantenimiento de la pureza racial. Esta actitud racista implicaba la oposición matrimonio vascos y maketos (habitantes del País Vasco procedentes de otras zonas de España), rechazo y desprecio ante estos inmigrantes, en su mayoría obreros industriales.
Integrismo religioso católico: Arana afirmó “Euskadi se establecerá sobre una completa e incondicional subordinación de lo político a lo religioso, del Estado a la Iglesia”. El lema del PNV será “Dios y Leyes Viejas” Este aspecto es un claro elemento de continuidad con el carlismo.
Promoción del idioma y de las tradiciones culturales vascas. Euskaldunización de la sociedad vasca y rechazo de la influencia cultural española, calificada de extranjera y perniciosa.
Idealización y apología de un mítico mundo rural vasco, contrapuesto a la sociedad industrial "españolizada".
Conservadurismo ideológico, tanto en el terreno social como en el político, que lleva al enfrentamiento con el PSOE, principal organización obrera en Vizcaya.
Denuncia del carácter españolista del carlismo.
La influencia social y geográfica del nacionalismo vasco fue desigual:
Se extendió sobre todo entre la pequeña y media burguesía, y en el mundo rural. La gran burguesía industrial y financiera se distanció del nacionalismo, y el proletariado, procedente en su mayor parte de otras regiones españolas, abrazó mayoritariamente el socialismo.
Se extendió en Vizcaya y Guipúzcoa. Su influencia en Álava y Navarra fue mucho menor.
El nacionalismo o regionalismo gallego y valenciano, finalmente, fueron fenómenos muy minoritarios.

La liquidación del imperio colonial: Cuba y Filipinas.
El imperio colonial ultramarino español
Tras la independencia de la mayor parte del imperio a inicios del siglo XIX (Ayacucho, 1824), sólo las islas antillanas de Cuba y Puerto Rico, y el archipiélago de las Filipinas en sudeste asiático continuaron formando parte del imperio español.
Cuba y Puerto Rico basaban su economía en la agricultura de exportación, esencialmente basada en el azúcar de caña y el tabaco, en la que trabajaba mano de obra negra esclava. Eran unas colonias que alcanzaron un importante desarrollo y que eran muy lucrativas para la metrópoli. Cuba se convirtió en la primera productora de azúcar del mundo.
Las duras leyes arancelarias impuestas por el gobierno de Madrid convirtieron estos territorios en un "mercado cautivo" de los textiles catalanes o las harinas castellanas. Esta situación perjudicaba claramente a las islas antillana que podían encontrar productos mejores y más baratos en los vecinos Estados Unidos.
En Cuba y Puerto Rico, la hegemonía española fue basando cada vez más en la defensa de los intereses de una reducida oligarquía esclavista, beneficiada por la relación comercial con la metrópoli.
El caso filipino era bien diferente. Aquí la población española era escasa y muy pocos capitales invertidos. El dominio español se sustentaba en una pequeña presencia militar y, sobre todo, en el poder de las órdenes religiosas.
El problema cubano y la guerra con Estados Unidos
La Guerra Larga (1868-1878), saldada con la Paz de Zanjón, había sido un primer aviso serio de las aspiraciones independentistas cubanas.
La ausencia de reformas facilitó el que el anticolonialismo se desarrollará pese a la represión. José Rizal en Filipinas y José Martí en Cuba se configuraron con figuras claves del nacionalismo independentista filipino y cubano.
En 1895 estallaron de nuevo insurrecciones independentistas en Filipinas y Cuba. Una dura y cruel guerra volvió a provocar que decenas de miles de soldados procedentes de las clases más humildes fueran embarcados hacia esas distantes islas.
La gran novedad va a ser la ayuda estadounidense a los rebeldes cubanos. Washington ayudó a los insurrectos caribeños esencialmente por dos razones:
Intereses económicos mineros y agrícolas. Cuba era la primera productora del mundo de azúcar.
Interés geoestratégico. El naciente imperialismo norteamericano buscaba el dominio del Caribe y Centroamérica. Lo que denominaban su back courtyard (patio trasero).
En realidad, el enfrentamiento que se aproximaba en Cuba mostraba la pugna entre un imperialismo moribundo, el español, y uno que estaba naciendo y que iba a marcar los tiempos posteriores, el norteamericano.
La aún inexplicada explosión en el navío norteamericano Maine en el puerto de La Habana, explosión que costó la vida de 260 marinos estadounidenses, propició una furibunda campaña periodística de las cadenas de Pulitzer y Hearst. El gobierno norteamericano del presidente McKinley, alentado por una opinión pública cada vez más belicista, declaró la guerra a España.
El conflicto fue un paseo militar para Estados Unidos que conquistó Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
España firmó la Paz de París en diciembre de 1898. Por este acuerdo, España cedió a EE.UU. la isla de Puerto Rico, que hoy sigue siendo un estado asociado de EE.UU., Filipinas y la Isla de Guam en el Pacífico. Cuba alcanzaba la independencia bajo la “protección” estadounidense (Enmienda Platt y base militar de Guantánamo).
La sustitución del dominio español por el norteamericano engendró un profundo descontento en las antiguas colonias. EE.UU. tuvo que hacer frente a una guerra en Filipinas (1889-1902) y en Cuba el sentimiento antinorteamericano se extendió por amplias capas sociales.
Desde la perspectiva española, las pérdida de las últimas colonias vino a denominarse el “Desastre del 98” y tuvo una importante influencia en la conciencia nacional. La irresponsabilidad de los gobiernos de la Restauración habían llevado a una situación que costó la vida de decenas de miles de españoles, primero en la guerra contra los insurrectos cubanos, después en una guerra contra Estados Unidos que no se podía afrontar.

El 98 y sus repercusiones.
Aunque desde una perspectiva económica, no se puede hablar de desastre:
El fin de la guerra guerra permitió al ministro Fernández Villaverde abordar algunas reformas necesarias en el sistema de impuestos y en la emisión de deuda, lo que supuso un saneamiento de la situación de la Hacienda. Por primera vez en mucho tiempo, el estado español tuvo superavit a principios del siglo XX.
La pérdida de las colonias supuso una importante repatriación de capitales que fueron invertidos en la economía peninsular.
España no perdió la escasa presencia que ya se tenía en los mercados latinoamericanos.
Sin embargo, la apabullante derrota ante EE.UU. y la pérdida de más de 50.000 combatientes provocó una intensa conmoción en la sociedad española en todos los ámbitos. Políticos del régimen canovista como Francisco Silvela, que escribió "España sin pulso"; opositores socialistas o republicanos; intelectuales como Joaquín Costa; todos sintieron la pérdida de las colonias como el Desastre del 98 .
Esta conmoción nacional provocó una profunda crisis de la conciencia nacional que marcó la obra crítica de los diversos autores que componen la generación del 98 (Unamuno, Baroja, Maeztu...)
Propuestas de reforma y modernización política como el Regeneracionismo, con una doble vertiente de reforma política y de reforma educativa
Mayor empuje y presencia de los nacionalismos periféricos, ante una evidente crisis de "la idea de España".
La derrota de 1898 había puesto de relieve de forma trágica y súbita todas las limitaciones del régimen de la Restauración y su parálisis a la hora de afrontar los problemas sociales y la modernización del país.
El Regeneracionismo de Joaquín Costa fue la principal expresión de una renovada conciencia nacional que aspiraba a la reforma del país. El pensamiento de Costa se basó en una crítica radical al sistema caciquil que había impedido la implantación de una verdadera democracia basada en las clases medias y la modernización económica y social del país.
Sociedad y mentalidad
La sociedad de la España de la Restauración ha sido caracterizada como una sociedad dual en la que convivían dos mundos muy diferenciados:
Un inmenso interior agrario con formas de vida y subsistencia muy atrasadas.
Unas pocas zonas industrializadas donde se abría poco a poco paso una sociedad moderna. Estas zonas se ubicaban preferentemente en la periferia, con la excepción de Madrid.
Entre ambas sociedades había una relación bastante débil. Muchas comarcas del interior vivían en un gran aislamiento.
En general, nos hallamos ante una sociedad en la que pobreza está muy extendida. Las bajísimas rentas de la mayor parte de la población impedían el consumo y el ahorro, dificultando el desarrollo industrial y la modernización social.
El bloque de poder lo formaba una oligarquía burguesa que formaba el triángulo de los siderúrgicos vascos, los empresarios textiles catalanes y los cerealistas castellanos.
La sociedad en el medio agrario.
Durante el período de la Restauración, en el medio rural se podían distinguir estos grupos sociales:
Una pudiente oligarquía agraria, predominante en las dos Castillas, Extremadura y Andalucía.
Clases medias bajas, formadas por medianos propietarios, arrendatarios y aparceros.
Campesinos sin tierra, jornaleros o braceros, que sufren una situación de paro intermitente y que reciben muy bajos salarios. Con este proletariado se confunden los pequeños propietarios empobrecidos. Esta amplia masa de población sufre una situación caracterizada por la alimentación deficiente, las carencias sanitarias y higiénicas y la falta de una cultura elemental con unas tasas enormes de analfabetismo.
Esta estructura social permite comprender que periódicamente hubiera estallidos sociales violentos, duramente reprimidos por las autoridades.
La sociedad en el medio urbano.
El lento desarrollo minero e industrial propició la lenta aparición de una sociedad más modernizada en determinadas zonas del país.
En el País Vasco con preponderancia de la industria siderúrgica y la banca más próspera del país.
En Cataluña, cuya industria textil del algodón suponía el 90% de la oferta industrial española. La burguesía catalana había basado su éxito económico, además de en su empuje y dinamismo empresarial, en el proteccionismo del gobierno de la nación que le permitió prosperar sin tener que hacer frente a la competencia exterior.
Junto a la alta burguesía industrial y financiera, en las ciudades encontramos una compleja estructura social:
Una heterogénea clase media entre la que, junto a los principales defensores de las posturas democráticas y republicanas, encontramos una amplia masa apolítica, apegada a los hábitos tradicionales, con un gran temor a cualquier tipo de cambio y fuertemente influenciada por la Iglesia.
Entre las clases trabajadoras debemos distinguir una masa mayoritaria de artesanos, ligados a empleos tradicionales, y un creciente número de obreros que, poco a poco, comienzan a organizarse política y sindicalmente.
La educación
Tras el Sexenio Democrático, un período en el que había existido una amplia libertad de cátedra en las universidades, la Restauración significó el establecimiento de una rígida censura contra cualquier manifestación contra la monarquía y el dogma católico. El choque con parte del profesorado fue inmediato, algunos dimitieron de sus cargos, otros fueron cesados.
Giner de los Ríos, uno de estos catedráticos, fundó la Institución Libre de Enseñanza en 1876, como centro privado y laico. La Institución, heredera de los postulados del krausismo, introdujo en España una pedagogía de vanguardia que buscaba la formación integral del individuo en plena libertad y mediante el fomento de la curiosidad científica, el antidogmatismo y la actitud crítica.
La Institución Libre de Enseñanza fue una excepción. Lo que predominó durante la Restauración fue la enseñanza tradicional, basada en métodos anticuados y poco críticos, y sometida a la vigilancia de la Iglesia Católica. Más de 50.000 religiosos y religiosas se dedicaban a la enseñanza, sobre todo en la educación primaria donde apenas intervenía el estado.
La enseñanza secundaria se circunscribía a 50 institutos en toda España, destinados a los hijos de las familias más ricas.
Esta situación del sistema educativo provocó un gran atraso en el desarrollo científico y la investigación. A la falta de apoyos materiales de las instituciones públicas y privadas se vino a añadir una mentalidad atrasada y tradicional en las clases dirigentes del país. Un buen ejemplo fue la polémica creada ante las teorías de Darwin y su condena por parte de la Iglesia.

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